martes, 5 de julio de 2011

Surrealista y en blanco y negro


La afición fotográfica ha sido el alambre retorcido, tipo pulsera pandoriana que ha ensartado los amores-abalorios que han adornado mi vida. Larga (tanto como tres décadas), en espiral vital (pero muy onírica), con dos extremos similares (no diría que igualitos) y una floritura central.

Comenzó con el nombre que no pronuncio desde hace muuuchooo, debido al típico trauma juvenil mequedécompuestaysinnovio. El me enseñó la profundidad de campo (también a batir bien el colacao y todo tipo de leches en el cuarto oscuro…pero eso es otro cuento). Construyó una cámara con un cajón de madera y película impresionable para demostrarme los principios básicos… que por lo que se vio no eran para el ni la sinceridad, ni el cariño, ni la fidelidad. Siete años no fueron nada, sino un mero aprendizaje de ASAs e ISOs. Huyó para ser libre. Ahora es profesor de fotografía en la Universidad; se casó, divorció y juntó con una alumna rubita.

Engarzado en el medio, la joya viajera. De esas flores raras que piensas que nosesisiosino. Le conocí en tránsito y me acompañó con su mochila llena de objetivos durante tres años por esas rutas impronunciables. Fue culpable de muchos madrugones, algunos bajo cero y otros sobre cuatromiles, en los fotogénicos y exóticos amaneceres. Le debo mis mejores obras. Yo esmeraba mi buen hacer en una competición que, por mi parte, iba más allá del arte fotográfico. ¿Gané? Si, en unos escasos y subcontinentales días. Aunque su zoom no funcionaba ni en la distancia focal más corta, prefirió casarse con una pija rica.

Allende los mares llegó, como un dejá vu buñueliano, mi marido. Canonista de pro, me habla de enfoques, de objetivos, de filtros. Queyoyaseeee, le digo, que soy una expertaaaaa. Más amaneceres, (esta vez digitales), más hacer de trípode (una servidora tiene una altura ideal para eso y poco más)...

¿Cómo puede ser que la historia se repita? Aparte de ser yo muy fotogénica (eso dice mi madre), es curioso que mi vida sentimental haya ido siempre paralela a la de quienes creen que la imagen que refleja el visor es mejor que la real que pasa a nuestro lado… esa que ya no vuelve nunca más.


domingo, 29 de mayo de 2011

Asii limpiaba asiii asiiiii... asiii limpiaba que yo lo viiiii

Mis palabras en este escrito son totalmente prescindibles. Las imágenes bien valen un reflexivo silencio.

Gracias a Bernard por su trabajo fotográfico  y compromiso contra la fuerza desproporcionada.




La policía autonómica catalana y la guardia urbana avisan a los indignados acampados que desalojen porque van a limpiar. Se resisten al dudar de sus intenciones.











Alguien raja con una navaja el neumático de un furgón. Comienzan los palos y balas de goma.












Bernard es testigo de cómo una de estas impacta en el abdomen de un reportero gráfico.














Se aprecia la pelota en el suelo, a la derecha de su mochila. Un manifestante intenta ayudarle. 













No sabemos como termina porque los mossos  rodean la escena y apartan a Bernard.   












          Una peligrosísima arma arrojadiza  







                  



Y comienza la limpieza, ante la atenta mirada de los desalojados y personas que han llegado para apoyarlos... y alguna estatua que se ha quedado de piedra.








                


 

           Limpieza de protestas biodegradables










           Siempre con las manos levantadas.









           Pidiendo la paz y la palabra






                 Desigual combate










Dos muros, una esperanza



viernes, 13 de mayo de 2011

Atenas- Agosto 2010

A la sombra de la historia, cobijada de la tórrida experiencia milenaria, sudando estoas-hefesteones-panatinaicos, abanicando brisas canoras de grillos, entremirando desde el ágora popular la colina inmortal donde  la Partenos, (virgencita ella) recibía ofrendas, cual impuestos democráticos… una rosa de desiertos liba, entre cipreses y olivos, la Atina  que conmueve.  

Porque la otra sigue sin enamorarme.  Pensé que en este segundo viaje a la capital helena le encontraría ese aura que debería tener un lugar que ha sido cuna de muchas cosas, pensamientos, heroicidades, arte con alfa mayúscula, Pero no lo consigo. Y me hincho a mousakas y fetas, y mercadeo  oros bajos y pastillas de jabón de oliva, y adecúo mi pausada y contoneada marcha al ritmo de sensuales sirtakis, y me siento Aphrodita con su Adonis.   Pero no, no, no. Cuando salgo a ver amanecer al balcón de mi hotel (excéntrico el, por su situación, no por su carácter) tengo ante mi una ruinosa azotea patera que me golpea el ánimo.  La degradación del lugar, con siete años de diferencia, es evidente. Aunque yo no hago ascos al tercer mundo pues en el he disfrutado mis mejores viajes, ver la Grecia Comunitaria, la que luchó porque Persia se quedara fuera,  como refugio innoble de marginales que trapichean miedos, me supera.  Y se cuece algo que no es Giaourti kai meli. Está necesitada de un Pericles que le de el resplandor que merece. Que Europa la ayude o que el Pantócrator la juzgue.

Atenas tiene un color, el azul plano de la mirada de sus nativos. No tiene brillo, ni relieve, ni frio ni calor. Solo decoran el paisaje. Y si eres mujer con marido, ni te miran. Con ese pigmento están teñidos mar, cielo, bandera, y los acordes del bouzuki. Entran en tu alma con dignidad, orgullo y sobriedad.

Para completar la paleta, el negro, de sus viudas, santiguadoras de dirección inversa, ante iglesitas recoletas donde las velas se hunden en arena de playa.

Olor y sabor a gloria. La de sus comidas, innombrables y poco vistosas, sorprendentes siempre, que hacen que el souvenir más duradero que te traigas sean michelines y panzas contentas.  

Piedras milenarias, evocadoras de deidades, héroes y filósofos. Palabras Dionisias y coraza hoplita, incestos divinos y atletismo virtuoso. Mucha imaginación, agua y sombreros para sentirte en el Olimpo, o mejor aún, en el ágora  de la plebe democrática.




                                                     * * * * * * *



--¿Vinieron caminado desde Maratona? El vendedor de tickets de la entrada al túmulo nos mira sorprendidos. --Solo son cuatro kilómetros-- Digo pidiendo casi perdón.
--Ohhhh... ¿y no tienen coche?
--Vinimos desde Atenas en autobús. Nos dejó en el pueblo, junto al mar.
--¿Y caminaron hasta aquí?
--Néee-- Que es SI en griego cabreado

Además de sentirme avergonzada, no comprendo porqué se extraña. ¿no se hizo el lugar famoso por los 42 kms. recorridos (más bien corridos) por Filípides con coraza, que nosotros solo portamos cámaras y aguamuchaagua, y no pensamos morirnos al finalizar el trayecto. Claro que aquello hace mucho tiempo. Ahora los maratonianos van en coche hasta la panadería.

Para los pocos nativos (que preguntamos) conocedores de la ubicación del túmulo, tiene un significado menos deportivo. Dentro de unos días se cumplirán 2.500 años de la madre de todas las contiendas bélicas.

--¿Y seguirán andando hasta el museo, a 6 km de aquí?
--Solo nos interesa el lugar de la batalla-- Aquí tengo que escenificar dando puñetazos la palabra porque mi pronunciación es horrible.

En una hora 6.400 persas murieron en el ataque embravecido de los hoplitas atenienses. Solo causaron 192 bajas, que están enterradas bajo la colinita artificial que contemplo.

--Ahhh the batle.
--Yes the batle

La simplicidad del mausoleo me emociona. Se dice que de noche se oyen los quejidos medos. Imagino los arqueros intentando inútilmente rechazar el ataque veloz. Y las lanzas atenienses ensartando como una ristra de ajos las ínfulas de Darío.

--Perderán el dinero de la mitad de la entrada si no van a ver el museo.

La costa estaba más cerca entonces. Allí fondearon 600 naves persas con miles de caballos. Hoy es una tranquila playa familiar con chiringuitos y olor a sardinas asadas.  

--No, volvemos a Atenas.
--Hay cascos de guerreros.

Mi marido, colector de históricos escenarios bélicos tiene lo que ha querido ver. Yo, pensando que no se qué vinieron a buscar los persas aquí, si no es la excelente tarta de manzana que me acabo de comer, (pues ni paisaje ni agua playera merecen tanto despliegue), miro la sencilla estela que representa un guerrero ateniense caído, y me enorgullece haber rendido honores a los valientes que dieron su  vida porque las fronteras de Asia no estuvieran hoy en Algeciras y yo me pueda llamar demócrata.

--Felicidades -- y el funcionario no me comprende.



                                                    * * * * * * *


El café frapé que tomo en la terraza del nuevo Museo de la Acrópolis, al pie de la histórica colina,  revitaliza mente y cuerpo. Es de esas cosas que dices, allá donde fueres haz lo que vieres. No es de mi gusto beber este café griego,  que ni helado, ni caliente en el desayuno del hotel excéntrico me satisface. Pero es generalizado su consumo y te entran ganas de descubrir qué misterioso ingrediente ponen para crear hábito. En todo caso, sube mi tensión, que ya está por los suelos, tras tantas piedras ardientes y cavilaciones socráticas.

El edificio del museo es impresionante. Demasiado grande para las obras que exhibe (las mismas que se podían visitar cuando estaba en la Acrópolis). Esperarán  que Berlin y Londres devuelvan lo que se llevaron. Aunque estos dicen que santaritarialoquesedanosequita, deberían hacer un favor a la cultura y juntar todas las piezas en su ubicación original



Otra vez mi favorita ha sido el pequeño relieve en mármol de Atenea, la diosa de la sabiduría, las artes, la estrategia  y la guerra justa. En actitud pensativa, de lamento, con el casco echado hacia atrás, apoyándose en la lanza, mira una estela funeraria. La primera vez que la contemplé, hacía pocos días que había comenzado la invasión estadounidense en Iraq, con la ayuda de mi país. Me emocioné tal como ahora. La sabiduría, las artes, deberían primar sobre las guerras injustas. Atenea Partenos está necesitada de ofrendas. La mía, una frase que no es mía, sino de Parménides, filósofo de la Magna Grecia: “La guerra es el arte de destruir a los hombres, la política es el arte de engañarlos.”

Un trago de café desanuda mi garganta. En primer término veo la embajada española, tan blanquita y bien situada ella. Allí he conocido a Ana, la amable y eficiente funcionaria de la embajada española, a quien hemos visitado para agradecerle su ayuda en el tema de la documentación de Bernard. Asturiana ella, se ha alegrado al ver la camiseta con la cruz de Pelayo que lleva puesta mi marido, descendiente de sanmartindelasprenses. Medio griega de corazón y familia, aconseja con cariño lugares especiales de Atenas... y que tengamos cuidado en el metro con los carteristas.  

Encima de la embajada,  la mole que domina la ciudad y justifica un viaje, o tres, a esta ciudad insulsa.  Surge la cuestión, si restauraran el Partenón, ¿nos seguiría admirando? ¿Fue la explosión del polvorín en la época de venecianos y otomanos, un castigo o una bendición de la diosa? Los viajeros románticos queremos que siga igual, tan roto como se pueda mantener en pie, tan evocador como pueda sugerir emociones.

                                                  * * * * * * *



El cambio de guardia ante la tumba del soldado desconocido es vistoso y coreográfico. El atuendo de los evzones tiene un toque hilarante. Los 400 pliegues de sus faldas representan los años de dominación otomana y los pompones negros, placas metálicas sonoras en los zapatos y gorros con largas trenzas (como las que peinaban los espartanos antes de inmolarse en las guerras) tuercen nuestros labios en medias sonrisas. Hay un soldado de infantería que les protege de los turistas. Be serious!!! Grita a los que posan con ellos en ademanes poco respetuosos. Luego  les seca el sudor con un pañuelo y arregla la vestimenta.

Me he quedado boquiabierta. Y algo térmica (por usar un vocabulario genuino). El superior estira lentamente, una a una,  las cintas que cuelgan de la parte delantera del faldón del centinela. Esos toques ciertos son respondidos con la mirada en el infinito del que daría su vida por proteger la llama eterna. Atardece en Sintagma y a mi se me entrecorta la respiración y el ánimo. Esa sumisión genera anhelo. No oigo ni turistas ni tráfico, solo soy voyeur  de las dominantes y a la vez  tiernas manos, entretenidas cinta a cinta, pliegue a pliegue...  en preparar el campo de batalla, en lidiar con lanzas poderosas, en vencer contiendas febriles… Me digo que esta no es mi guerra, pero no puedo apartar la vista del arma griega  enhiesta.

Estoy relacionando el cariñoso esmero, los dulces  toqueteos con la otrora bien vista homosexualidad y pederastia entre los soldados de la antigua Grecia. La falange hoplita se consideraba más firme y compacta si la formaban parejas de amantes. Los espartanos hacían sacrificios a Eros antes de entrar en batalla porque creían que su victoria dependía de la atracción erótica que ejercían entre ellos.      El amante era el responsable del entrenamiento militar del amado.

Coraje militar, pasión por ganar o morir. Lucha cuerpo a cuerpo. Creo que me estoy replanteando muchos conceptos beligerantes. De momento, esta noche peinaré mi trenza pelirroja y guerrearé  con el enemigo cubano.


                                                         * * * * * * *



Primera hora de penumbra. El narizotas me mira desde su pedestal níveo. Me he refugiado del  embarullado mercadillo  ilegal de Panepistimio y estoy frente a la Academia (centro del saber, el pensar y el investigar heleno), que comienza a iluminarse. Sócrates sedente, en  mármol, preside la galería de otros sabios que merecieron elevarse a la columnata neoclásica. Junto a mí, un sudasiático oculta su mercancía (sostenes enormes,  coloristas,  emperijoyados) en un pañuelo-fardo que acaba de recoger apresuradamente. Sigue la dirección de  mi mirada y se detiene en la estatua. Debe pensar que el barrigón de ojos saltones es una deidad occidental y yo una devota mística que, cual Santa Teresa, se extasía en su contemplación y vivosinvivirenmí. La blanca piedra refleja el atardecer y da a la imagen una rosada luz que cautiva.   Sócrates medita sobre la estrafalaria escena (quasi silogismo sofista tipo “los griegos están en crisis, Grecia está en Europa, Luego todos las europeas tienen las tetas grandes”)  

Este ateniense austero, con su método dialéctico, planteando temas y analizando preguntas y respuestas, inició la más genuina religión griega… la filosofía. ¿Y porqué le doy ese carácter divino, siendo el tan  metafísico y negador de dioses explícitos, que además fue condenado a muerte por despreciarlos? Porque los ateos necesitamos un dios… tanto como un demonio y una tableta de chocolate negro.

El filipino medio enseña su mercancía esperando una reacción por mi parte. Ha elegido un mal momento; no estoy para lencería fina sino para disquisiciones mentales.

El creyó en el hombre, en que no desea el mal, que su virtud es conocimiento  del bien, llegando a través del diálogo a la justicia. Que todo vicio llega por la ignorancia. Que un hablar es mejor que mil palabras escritas. Que las discusiones siempre son positivas….  Justicia, bondad, virtud. ¿Para qué se necesitan los dioses? No hay espacio para religiones. .. Solo caben el hombre y la sabiduría.

La policía está haciendo redada y soy testigo de un sálvesequienpueda. Pronto solo quedarán un grupo de turistas japoneses y mi marido haciendo fotos con trípode.

Ahora siento escalofríos… tanto darle al coco me deja helada. Los abultados ojos de Sócrates  parece que me dicen… ¿y para qué? Eso digo yo, para qué tanta filosofía, tanta reflexión, tanta cicuta on the rocks… si lo que gana siempre es la superstición, y su versión más erudita… la religión.

Hablemos de miedos. Hoy he tenido una anécdota que siempre llevaré en mi recuerdo y mi muñeca. Paseando por Plaka me ha abordado un griego diciendo pandorapandorapandora. Pensando yo en la caja de todos los males me he sobresaltado. Pero noooo, hablaba de  mi pulsera. Me lleva a su tienda, joyería elegante, distribuidora de esos abalorios daneses que hoy en día encandilan a todas las féminas.  Me cuenta que el tiene la pieza que yo necesito (eso me recuerda cuando en Cuba, en el 98,  los jineteros me decian que ellos eran la solución para mi). Un ojito de la suerte. Ahora ya ha descubierto que soy española y la conversación continúa en un perfecto castellano. El ojito me protegerá de todo mal, especialmente la envidia cochina. Ya me había convencido mucho antes de todo eso, pero le dejo venderme la pieza. Ahora me recuerda al colega turco que me endilgó aquella alfombra diciendo que las piñas representadas eran  talismanes para la prosperidad (seguro que no se refería al tejido, que pronto se deshilachó).  Mi marido se apunta al regateo y sumamos al pack una cruz plateada, que enseguida se cuelga al cuello.    

Y digo yo… ¿por qué me creo lo del ojo bizantino-otomano y no a tipos tales como Zeus, Cristo o Aristóteles? Confiar en ellos también protege del miedo, la enfermedad, la miseria. ¿La cruz sirve de algo a un cubano casinocreyente? Solo son escudos a los reveses de la vida, muletas para  las inseguridades del día a día.  

Como no me sé responder socráticamente al tema,  y a la cámara de mi marido se le ha acabado la batería, abandonamos la Academia, dejando abierto el debate para otros momentos más cálidos y otros lugares menos pétreos.


domingo, 8 de mayo de 2011

Abril 2011-Mediterráneo Occidental-Splendida Yacht Club

 Poca o ninguna, (si no era la de serie), la ciber-información que se tenía hasta ahora del Spléndido Yacht Club. Una inteligente política publicitaria de MSC ha llevado  este selecto rincón de proa a las digibocas, (todas golosamente alimentadas) de blogueros y webistas. No puedo mejorar sus sabias apreciaciones de viajeros-marineros  empedernidos. Pero si aportar mi visión de turistona neófita en lujerios y casi virgen de embarques, que confunde ortografías (yachtyatchyack) y amalgama sentimientos.

Aunque parezca un rap deportivo de moda, son mis reflexiones más profundas.

Primero y más importante, ¿por qué las gratuitas piñas coladas del One Pool Bar tienen muy poquito ron y si las pagas en la zona común se te suben a la cabeza? ¿Será para que no te quedes dormido en el Jakuzzi? ¿Será porque los italianos tienen cargo de conciencia al haber esquilmado Cuba de mulatonas y no quieren desabastecer al caribeño pueblo de su dulce caña?

La mayor de las intrigas… ¿por qué al camarero latino (en la foto mirando el mar) del Top Sail le sonaban sus pisadas a metálico? ¿Tendrá plaquetas para deselectrificarse de la moqueta? ¿Será por eso que siempre hay alguien abriéndote la puerta del susodicho Lounge para que no te lleves recuerdo en forma de latigazo voltaico?

¿Por qué cuando mi marido entró en la suite tras un exhaustivo reportaje fotográfico de la nave y me vio saliendo del baño con una toalla enrollada en mi relajado, feliz y perfumado cuerpo, me dijo “¿QUEHACEESEHOMBREENELBALCONNNNNN??”  y yo inocentemente “Cómoquéquiennn?” y dirijo mi mirada hacia donde echan chispas sus ojos y veo un pizpireto limpiacristales con chubasquero amarillo que solícitamente recoge sillas?  ¿Filmaría yo una exitosa película con la escena, poniendo música otelliana, protagonizada por el impermeable Bates, en el camarote-suite de los hermanos Marx? No sería éxito de taquilla si el limpiador no llama dos veces.

¿Por qué no me deshicieron la maleta? Yaseyaseyase  que era difícil con la combinación de seguridad de la Samsonite pero, ¿por qué no me recogieron el vestido que había dejado revuelto sobre la cama cuando dejaron el programa del día siguiente sobre el? La chocolatina no endulzó mi decepción.

¿Por qué destruyen las fotos que no se venden y no hacen precio especial al finalizar el crucero, al menos a los que ya compraron algunas o se alojan en el Yacht o Yatch o Yack Club?

¿Por qué el capitano no quitaba ojo de mi escote en la cena? ¿Es que debería haber llevado traje-chaqueta negro-ejecutivo como las otras dos mujeres invitadas a su mesa y su señora esposa? ¿Necesitó cruzar la mirada con mi marido para comprender que yo soy una rosa de desiertos, no de vientos marineros y no se vestir discreta en una situación privilegiada donde se besan manos y el somelier te susurra al oído las bonanzas de la cosecha que escancia primoroso sobre tu copa?.

¿Por qué cuando estás en el solarium con microclima de paravientos siempre hay alguien que intenta entrar en la zona VIP y te pide que le abras? Y cuando enseño mi tarjeta ellos me muestran la suya y les digo quenoquenoqueno que esta es Grand Classssss y a ti te toca el ruidoso-inapetecible-amigodedietasycomerrápido Bora Bora.

¿Por qué mi sorrentino camarero del Olivo me decía cada noche con voz rota de padrino joven que le dejara a el la elección del postre?¿Por qué acertaba siempre mis gustos? ¿Por qué aquella pimienta molida olía a paraísos orientales que bien valieron una ruta para descubrir nuevos mundos?  

¿Por qué en las escalas no tenía prioridad en las entradas y tenía que sufrir las largas colas junto con el resto de comunes mortales que me miraban mal por intentar usar mis elitistas privilegios?

¿Por qué en el rincón de la discoteca destinado a los yatchs no servían bebidas gratuitas para los mismos?  Como me dijo el comandante, el Club es otro barco, pero ¿hay que restringirse a la pecera o bien rascarse el bolsillo para bailar contentillo el wakawaka?

¿Por qué la mallorquina noche de marejada no cesaron de sonar las perchas en un chocar muy musical mientras la luz del vestidor se encendía y apagaba cual anomalía poltersgeist  de la cubierta Michelangelo?

¿Por qué no informan de todas las prestaciones incluidas, como las entradas al SPA que supimos demasiado tarde? ¿Lo de la prioridad en la reserva de masajes era un invento?
¿Por qué no había música en la suite, melodías que adornaran nuestra íntima felicidad ?
¿Por qué ves los mismos trabajadores, tanto haciendo de relaciones públicas como sirviendo bebidas o pasando la aspiradora? ¿Cada cuantos camarotes había un mayordomo exclusivo? ¿Por qué me hablaba más suave y bajaba más la cabeza desde que supo que el comandante me había invitado a su mesa?

¿Por qué es tan duro volver a la realidad y privarse de esas meriendas con tes variopintos servidos en caja que parece de puros, canapés de caviar auténtico y olivas que saben a Mediterráneo Occidental?

¿Por qué, pasados unos dias del embrujo marinero, veo todo aquello como un sueño, al que intento llegar cada noche cuando, en mi duermevela insomne, recreo el runrun de aguas plateadas entrando por el balcón entreabierto?.